Te tengo que contar un secreto, estas hojas ya están manchadas. Has escrito tu libro mal, con tachones, borradores que se quedan en meros agujeros vacíos de palabras entre tantas hojas. Te dedicas a malgastar el papel y el boli, sin darte cuenta de que la tinta no es inagotable y que la libreta un día acabará. Y me cuesta mirarte a los ojos, sí. Porque hace mucho tiempo dejaste de ser ese chico con sonrisa de infantil, ese chico que le gustaba ser feliz, sin problemas. Hace mucho tiempo que miras las hojas con desprecio como si en lugar de ser un regalo, fuera un castigo. Vivir es tu castigo. ¿Sabes por qué? Porque si vives, creces; y creo que ha llegado un momento en el que te has mirado en el espejo y no te has reconocido, entre tan poca grasa y tanto hueso, entre cigarros arrojados a la salida de la casa de una de tus tantas ex, y sobre todo, entre tantos años que se acumulan a tus espaldas. CRECER.
Yo crezco.
Tú creces.
Nosotros crecemos juntos.
Cada uno por su lado.
Te voy a contar un secreto. Te has convertido en tu peor enemigo, en tu peor droga. Has dejado que los demás elijan quién serás. Has andado metido en problemas simplemente por proteger a quien no debías. Has perdido amistades y has reventado paredes. Y no puedes girar la cara y golpearle a algo o alguien porque creas que es su culpa, porque el verdadero culpable no son ellos; eres tú.
Ese es el secreto: tú eres el culpable.
El único responsable de que las cosas te vayan como el culo. Porque un día sí, crecimos juntos. O debo decir que crecí porque aunque te mire y tengas dos años más, te veo cada vez más pequeño.
Por favor, no me digas que te reconoces. Cuando veas a través de tus ojos y te des cuenta de que es hora de abandonar a ese enano y crecer, cuando observes que no eres el mismo que ayer y no serás el mismo mañana; llámame. Cuando tus iris se vean abrumados por la madurez, cuando te miren con cara de pena, y susurren a tus espaldas: "Vaya, sí que ha cambiado..." o "Pobre chico, a saber a qué llegará"; busca mi reflejo entre las sombras, en el reflejo de cada lágrima o en la luz de La Luna proyectada en el mar, y entonces; yo te cogeré de la mano, y te llevaré a ver el Sol, te acompañaré a que la dorada esfera toste tu piel, y por cada lágrima verdadera, te daré cien estrellas.
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