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Por una visita, una sonrisa.

26/4/13

[3864 k.m.]

Hoy voy a hablar de distancias. Agónicos pasos que alejan los recuerdos. Mágicos milímetros de separación entre dos bocas que se desean con terrible admiración. Misma alma, misma mente, mismo corazón divididos en dos cuerpos distintos y separados a más de 3000 km de distancia. Los mismos 3 milímetros que separan su mano de la tuya, tu cara de su pecho, su sonrisa de tu corazón. Hay cosas que son dignas de mencionar. Las distancias son una de ellas. En este mismo instante, dos cuerpos están tan pegados que entre ellos solo hay espacio para el amor. Pero también hay dos miradas que ya no se observan desde hace tiempo porque las distancias se lo impiden. Lo más curioso de todo, es que yo escribo aquí, sentada en mi cama, admirando como el largo océano se extiende delante de mi ventana. Dulce, tranquilo, sincero. El mismo mar que crucé hace 3 semanas con las maletas llenas de esperanzas y expectación. Mismo mar que hace poco me devolvió a mi costa, donde mojé mis mejillas de recuerdos y empapé de sal mis lágrimas. Hoy, el brillante sol que se cuela entre los delgados hilos de mi cortina, también quiso nadar en el mar. Se sumergió, buceando entre las burbujas de mi memoria esperando un aliento de esperanza entre ellos. Ese Sol resplandeciente que se escondía de mí tras la espalda de ese chico que conquistó mi norte, y me dejó perdida en el Sur. Ahora sentada aquí, esperando a que un milagro ocurra, me doy cuenta de lo cerca que estuvimos y lo lejos que estamos ahora. De lo que significan las pequeñas cosas; los pequeños pasos. Porque cada vez que me acerco a un recuerdo suyo, le siento a mi lado, abrazándome, riéndose, jugando. Porque, a pesar de todo, su sonrisa descansa tranquila en mi corazón. Hay recuerdos que jamás olvidaré. Por ejemplo, que conforme el tren avanzaba sobre las viejas y destartaladas vías, más fuerte nos abrazábamos. Porque si he aprendido una cosa, es que las distancias son solo números, y el amor es de letras.





[ROME13, C.S.]

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