Tez pálida, ojos oscuros. Labios agrietados, corazón dulce. Emociones agotadas, años quemados. Luces encendidas, vidas apagadas. Todas las mañanas ella se levantaba a hablar con el cielo nublado, deseando que por una vez, asomara el Sol. Pero ellos gritan que las cosas malas de la vida, vienen gratis. Y ella no tenía dinero para comprar las buenas experiencias. Su inocencia era arrebatada noche tras noche entre la mugre de moteles de paso y lenguas de borrachos. Era preciosa, era un ángel. Pero al borde de la caída. Su luz se apagaba por segundos y sus alas olvidaban como volar. Nacida entre mentiras y criada sin infancia, no tenía dónde ir. Solo conocía un tipo de vida: huir de la policía y no confiar en nadie. Porque, cuando los ángeles te dan la espaldas solo te queda recurrir al demonio. Ella temía a los ángeles. No los quería, aunque ella fuera uno de ellos. Los ángeles no vuelan de noche, porque se le hiela las alas. Pero hacía tiempo que ella ya no sentía dolor.
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