A veces olvido que las amistades son más que palabras bonitas y hombros para llorar. Se me pasa el concepto de que las personas somos como flores, enredamos nuestras ramas con la de los demás, mezclando así nuestras vidas. Hay flores, que si no se riegan; se descuidan y terminan por romper esos vínculos. Otras, envejecen, pero siguen mantiendo sus ramas fuertemente unidas. Hay flores que crecen juntas y pase el tiempo que pase no se separán. Da igual si haga tormenta o salga el Sol, da igual si las distancias se habren camino. En nuestras manos está mantener vivas las amistades.
A veces no luchamos porque tenemos miedo a lo que pasará después. En realidad, a menudo es porque tenemos miedo de nosotros mismos y no somos los suficientemente valientes para echarles huevos y arreglar las cosas. Nuestro problema es que tenemos miedo a sufrir y entonces preferimos dejar las cosas como están. Nos rendimos fácil. Metemos excusas y rezamos para que el tiempo lo borre todo. Pero la vida es caprichosa. Y si la vida puso esa persona ahí, y a pesar de tener millones de motivos para irse esa persona no se ha ido, es por algo.
Yo tengo la suerte de que mi vida mantenga su cauce paralela a la vida de él. No es un simple amigo que te da palmadas en la espalda cuando las cosas no van bien. No es un amigo que llora contigo y no siempre me saca sonrisas. Pero es alguien que no tiene precio. Tiene el don de sonreírme y no estar delante mía. Su manera de bromear sobre mis problemas convirtiéndolos en meras estupideces que pasarán. Pocas personas son como él. Sinceramente, busca, compara y si encuentras a algún mejor amigo mejor que el mio, quédatelo, porque tengo la certeza de que no es perfecto, pero no hay nadie que se asemeje.
Ahora, es tiempo de pedir perdón y perdonar. Es tiempo de decirle que siento un montón todos los meses que hemos estado separados. No te diré que estos meses han sido los mejores, pero tampoco los peores. Siento que creas que yo algún día podría olvidarte. Eres mi hermano mayor, con el que me enfado y con el que peleo. El cual se ríe de mí y me hace enfurruñarme. Pero ¿sabes qué? No cambiaría ninguna broma que me hayas hecho, ningún enfado o ningún recuerdo tuyo ni por todo el oro del mundo. Porque contigo he aprendido a valorar, a reírme de mi misma, a ser menos prepotente y a comprender que las cosas son más fáciles de llevar con una sonrisa. Nunca te he dicho adiós, porque sé que lo querramos o no, nuestras vidas siempre terminarán por encontrarse. Nuestras despedidas no son eternas.
También es tiempo de reencontrarse, de volver retomar las cosas donde las dejamos, a afrontar nuestra vida juntos, como amigos, como solíamos hacer. Es tiempo de cumplir las promesas que dejamos atrás, de ponerles huevos a la tortilla. Formas gran parte de mi vida.
Tú me conoces mejor que nadie, incluso mejor que yo misma.
En fin, gracias por todo lo que fuiste y serás en mi vida.
Te quiero.
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