Era la una del mediodía, hacía frío y se avecinaba tormenta. Nubes oscuras como el mal amenazaban con conquistar el cielo y apagar el poco sol que llegaba. Las casas, los coches, las cosas; e incluso las personas crujían de frío. Todo parecía estar cubierto por una fina capa de escarcha que cada vez se hacía más notable. La ausencia de calor desesperaba. Toda la ciudad caminaba sin rumbo aparente, como si se hubieran dedicado simplemente a pasear. Pero ni el lugar, ni la hora, ni las personas fueron elegidas al azar. Estaban allí por algo. El destino así lo había decidido. Y entre ellos estabas tú y ella. Caminando de la mano, sin intercambiar palabra alguna, como si con el simple roce de la piel, pudieran saber en qué pensaba el otro. Pero de repente pararon. Le soltaste de la mano y ella agachó la cabeza. Entre el revuelo de la gente cogiste su pequeña cara y la sujetaste en tus manos. Levantaste delicadamente su mentón y le obligaste a mirarte. Luego, observaste sus ojos dorados por última vez. En la negrura de su pupila misteriosa, viste todos los momentos vividos juntos. Y como si de un espejo se tratase, te viste reflejado en ellos. Transformaste su miedo en el tuyo, su esperanza en la tuya. Su pasión y optimismo se fundieron y cubrieron tu dolor con ilusiones. Ahogaste tus penas y guardaste tus lágrimas en el corazón. Y se consumió la cera del olvido. El mechero del adiós encendió el brillo de su mirada. Se derramaron unos cuantos mares que destrozaron su rímel. Y aún así, sus ojos parecían verdaderos diamantes. La miel de su iris devolvió el color al cielo, que por un momento volvió a brillar. Hubieras jurado que esa mirada había hecho florecer a miles de rosas y había desplegado las alas de millones de mariposas dentro de ti. Pero en este mundo, todo momento de felicidad es efímero, y pronto, las nubes volvieron a romper como olas en el aire y rugiendo como auténticas fieras dominan la visibilidad. Las rosas se marchitaron, los delicados animalitos murieron intoxicados por el amargo olor de despedida. Ella se deshizo de tus manos, apartó la mirada y siguió caminando sola.
El lugar, la hora y las personas estaban ahí para presenciar la explosión de un corazón. El chirriante y desagradable sonido de los sueños rotos. Pero también estaban allí para ser testigos de como la fé humana hace milagros. Algo dentro de ti no podía permitir esa situación. Algo no podía aceptar que estaba claro que en su futuro tú no estabas. Que sus planes continuarían sin ti. Por eso la cogiste y sin previo aviso la abrazaste. Un abrazo, que a diferencia de las miradas, no era de adiós. Suave pero a la vez fuerte, para no volverla a perder. Un abrazo de perdón. Y junto a su cabello de seda, junto a su pequeña oreja descansaban tus labios. Enterraste aún más tu cara en su pelo hasta sentir el tacto de tu boca en su oído, y entonces, agotando todas tus cartas, poniendo en juego tu cordura y arriesgando su futuro, le susurraste despacio al oído: -Quédate conmigo.
Dios mío, me has dejado sin palabras. En serio, escribes genial. Es una entrada preciosa, hacía tiempo que no sentía nada al leer entradas de por aquí, pero tu me has echo volver a sentir con esta hermosa entrada. Sentía como si estuviera allí, en esa calle, presenciando todo lo que describías.
ResponderEliminarEscribes genial, en serio, es una entrada perfecta, con todas las silabas.
De verdad, no sé como aún no tienes miles de comentarios, por dios.
Preciosa, un beso.
Sigue haciendo que la gente se pierda y sueñe entre las palabras.
Querida Y.:
EliminarPrecisamente eso intento. Que seas parte de la historia, y la puedas vivir. Si te das cuenta, no habla de amor, ni de amistad. Simplemente, habla de dos personas que se dicen adiós. El lector es quien decide por qué se dicen adiós, quienes son y de hecho, puede jugar con imaginar ser él/ella.
Pretendo que el mundo encuentre magia dentro de las palabras, que aprendan a escucharlas y sobre todo apreciarlas. Quiero que protejan los "te quiero" entre los labios para decirlos en el momento exacto, porque lamentablemente, últimamente vivimos en un mundo donde un "te violo" es más romántico que un "te quiero".
En fin, quizás suene un poco friki, pero me declaro "Guardiana de las Palabras".
Cielo, muchísimas gracias por tu tiempo.
Un abrazo que desafíe las leyes del Universo.