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Por una visita, una sonrisa.

17/11/18

Runaway

Acto I: Relámpago


Yacía despierta, boca arriba, mirando cómo la luz de la vela dibujaba sombras intermitentes en el techo. Su pecho subía y bajaba pausadamente, completamente hipnotizada por melodía en el ambiente. Su cabeza, en cambio, no dejaba de dar vueltas, recorrían mil recuerdos, personas y lugares, anhelando saber la respuesta a un millón de preguntas que no sabía verbalizar. Sentía una melancolía inexplicable. Tenía la sensación de que el tiempo la ahogaba a una velocidad vertiginosa, pero, a la vez, no pasaba lo suficientemente rápido. Sentía su cuerpo arrastrarse, arrodillarse, y rezarle a un dios cuyo nombre ni se sabía; implorándole, prometiéndole cosas que no podía ni iba a cumplir. ¿Qué es lo que le faltaba? ¿Qué necesitaba? ¿Qué le sobraba? ¿Qué quitaba? ¿A quién le preguntaba? Sonaba eco en su cabeza, como si se tratase de una habitación hueca, o mejor, una nave industrial. No había reciprocidad pero allí estaba, esperando a que alguien le devolviese la palabra. Como quien se sienta a esperar a que un satélite solitario y roto mande señal de vida extraterrestre. Con fe ciega. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, una lágrima brotó en señal de clímax.

Acto II: Trueno

Se llevó las manos a la cabeza y hundió sus uñas en el pelo. Buscó refugio en la oscuridad de sus párpados. Había veces que se hacía insoportable, se acumulaban los sentimientos y llegaba un punto en el que no tenía espacio. En el que chillaban demasiado alto, en el que eran difícil de ignorar. Notaba algo surgiendo desde lo más profundo de su pecho. Una inquietud, una ligera presión en sus entrañas que buscaba ansiosamente la manera de liberarse. No podía dejarla salir, no había otra alternativa menos dolorosa. Un suspiro significaría resignación. Una lágrima, rendición. Un grito, dolor. Por eso, ella escribió. Escribió rasgándose la piel, dejando en carne viva la incertidumbre, sacando a la luz los miedos. Escribió hasta que la tinta del papel fue la sangre de su alma. Despiadada, inmoral. Poniendo nombre y cara a la culpa. El papel se llenó de su rostro.



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