Ha pasado tanto tiempo desde la primera vez...
Días que avanzan sin sinfonía. Simplemente como si le hubieran arrebatado el sonido a la vida. Stand by. Cada recuerdo, más lejos. Pero te sigo teniendo muy presente. Tan presente que aún siento tu labios rozando mi cuello, aún oigo tu risa en mi cabeza. Como un fantasma que no me deja avanzar, que me atormenta con volver; a sabiendas de que es lo único que necesito y quiero.
Ha llovido tanto desde entonces...Lágrimas, risas, momentos compartidos con otras personas, otros abrazos, otras manos recorriendo nuestros cuerpos, otras camas. Pero aquí sigues, desgarrando mi alma, mientras sangra hasta que no puedo respirar más. Hasta que me ahogo entre recuerdos y estúpidos sentimientos de culpabilidad. Guardamos este amor en fotografías, entre libros llenos de polvo. Y es que, por muy idiota que me sienta, no me arrepiento absolutamente de nada.
Entre «vienes» y «voy», entre «ni contigo ni sin ti», entre besos y lágrimas. Porque me sacas de mis casillas y al mismo tiempo te amo con todo lo que soy y con todo lo que jamás seré. Porque te odio y al mismo tiempo daría mi vida por ti. Y eso es muy egoísta, por mi parte y por la tuya. Así no llegamos a nada. Pero, ¿cómo explicarle al mundo que, a pesar de que puedo, no quiero vivir sin volverte a ver? ¿Sin volver a escuchar tu voz pronunciando mi nombre?
Siempre estaremos en la cuerda floja, con el extremo derecho deshilachado y el izquierdo en tensión.
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