Eres tú. Es tu culpa. Es tu forma de ser tan pausada, divertida e impredecible. Son tus boberías y tus ideas. Tus pequeñas cosas, tus grandes sonrisas. Tus ojos castaños con tus abrazos provocadores, deseosos. Eres tú quien me deja con la sangre congelada, los labios ardiendo y el corazón de un vuelco. Eres tú el primero en el que piensa mi mente cuando se encuentra mal, como si tu recuerdo me curase las heridas, incluso cuando las cicatrices están abiertas con el afilado borde de tu voz. Cuando son tus manos quienes cometen delitos, alterando los recuerdos, pecando contra nuestro amor. Es el tacto de tu piel a veces tensa y otras relajadas. Es tu manera de enamorarte de mí y nuestra manera de pasar el uno del otro. Es nuestra ignorancia la que nos hace débiles. Es nuestra conciencia la que no nos deja en paz. Puede que sea la Luna la única testigo de las noches de pasión. Pero si tu recuerdo se queda grabado en mi piel, ¿cómo se extenderá el fuego entre nuestras lenguas? Es tu magia de hacerme cosquillas con palabras. Es tu frialdad la que me trastorna y tu calidez la que me asombra. Es tu mirada la que se queda en mi mente y tu sonrisa la que escribe mi humor. Es mi obsesión por ti, y tu deseo por mi. Todo eso es lo que nos une y a la vez nos separa. Es la llave maestra que deja escapar nuestra cordura y nos lleva al descontrol. Es la clave, la contraseña para que la libertad se adueñe de la esclavitud, para que nuestros ojos dejen que sean los brazos quienes nos desnuden. Porque son nuestros cuerpos los protagonistas de este amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario