Érase una vez una niña. Una niña cualquiera. No era famosa y mucho menos rica. Digamos, que era normal. Una niña que fantaseaba con vivir en un gran castillo y ser princesa. Todos lo tomaban como una broma; ¿qué se esperarían de una niña de cinco años? Pero pasaron los años. Pronto, los cinco se convirtieron en quince y la niña pasó a ser una mujer. Pero nunca abandonó su sueño de ser princesa; a pesar de que ni la situación ni la época lo permitían. Todos bromeaban y se reían. Pero ella seguía en sus trece. "Persigue tus sueños y los conseguirás" se decía cuando todo iba mal. Cada noche, bajo la luz de la Luna, ella cerraba los ojos, y se imaginaba en su futuro. Curiosamente, no se imaginó con una corona en la cabeza, ni con metros y metros de falda; y mucho menos con un castillo y un imperio bajo sus pies. No. Se imaginaba en miles de lugares, con miles de personas diferentes pero siempre; feliz. Pocos entendían su ambición; pocos, llegaron a ver como cumplía su sueño. "Las joyas de la corona estaban en su sonrisa" y era cierto. Jamás fue famosa ni rica. Pero nadie le pudo hacer daño; y nunca dependió de un príncipe azul. Porque gobernó su futuro. Ella; había nacido para ser princesa.
Fotografía y modelo de: Emma G.
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