Lanzó el delantal dentro de su taquilla y cerró de golpe la puerta de ésta. No dirigió ninguna mirada hacia atrás. Ni ninguna sonrisa a sus amigas; y mucho menos un "adiós" a su jefe. Simplemente salió del restaurante. Desapareció entre las calles y la gente. Cuando llegó a su coche, dejó caer el bolso en el asiento del copiloto y se subió. Arrancó; encendió su cigarro y se incorporó al tráfico con el volumen de la radio al máximo. No cantaba, ni siquiera daba los habituales golpecitos con el pie al son de la música. Se limitaba a conducir. No se molestó en mirar cuando el semáforo se puso en rojo. Paró y esperó. Había que admitirlo; no era la de antes. Se había limitado a existir.Y mientras el sol caía sobre las montañas; ella apagó su cigarro dándose cuenta; de que ya no era feliz.
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