Todos los viernes a la misma hora; me acuerdo de por qué soy feliz.

Estoy impaciente. Es el día más importante de mi vida. En realidad todos los viernes cuando te voy a recoger lo estoy. Todo los viernes. Como si fuera la primera vez. Me visto con mi mejor traje, y estoy ahí media hora antes. Pero no hay nada de comparación con cuando llega el tren. Se para poco a poco. Chirrían las puertas. Un centenar de personas se bajan, pero todas pasan inadvertidas ante mi. Todas menos una. Una que aunque cerrara los ojos; brilla tan fuerte como para atravesar mis párpados. 

Entonces te bajas, te sacudes el pelo, agarras tu maleta y me miras. Te miro. Sonríes, sonrío. Te acercas a paso lento. Porque el tiempo sobra. O al menos se detiene cuando estoy contigo. Llegas, dejas tu maleta y me acaricias el cuello. Y entonces, después de unos segundos; me atraes hacia ti y me besas. Mi corazón se para de golpe. Mi respiración se corta y por unos momentos estoy muerta. Pero luego; pasa todo lo contrario. Mi corazón empieza a ir cada vez más rápido y la respiración más fuerte. Tus besos se vuelven más profundos. Las palabras sobran, porque tus besos me dicen "te quiero" y tus miradas "te hecho de menos". No necesito nada más. Y aunque el lunes te vuelvas a ir; siempre te llevaré conmigo.