No me arrepiento de los errores que cometí. Todos y cada uno de ellos me enseñaron que lo que no te mata, te hace fuerte. Bien, así es. Mírame. Fuiste mi mayor error. Me cambiaste para bien y para mal. Pero, ¿crees que soy como las otras?¿Una de esas a la que coges, le enamoras y le haces trizas el corazón, solo para reírte de lo bien que lo hiciste y lucir tu tan aclamado trofeo? Sé, que crees que me volví de sangre fría, que contigo aprendí a no volver a amar. Que olvidé el sol y me sumí en las sombras. Quieres verme una última vez llorando y rota. Cariño. No te voy a dar el gusto, porque no soy una de esas. Es cierto, me has transformado. Te daría las gracias por todo lo que me has ayudado a cambiar, si no fuera porque eso lo único que haría sería alimentar tu estúpido y enfermizo ego que crece por momentos. Aclárate los ojos. Admítelo, te dormiste en los laureles y ahora el juego ha cambiado de manos. Soy yo quien mueve la fichas, y tú, el peón cobarde. Soy yo quien está al mando. ¿Sorprendido? Han cambiado muchas cosas a tu alrededor. Eres el cazador cazado, el perro que se muerde su propia cola. ¡Ja! Espero que mi risa retumbe en tus oídos y haga mella en ellos, para que te acuerdes de que la causa fue el odio, y la consecuencia es tu caída. Que sí. Que hice las maletas y me largué antes de que tu estúpido plan funcionase. ¿Y? ¿Qué ocurre? ¿Acaso te fastidié el dulce sabor de la victoria? Ojalá pudiera besarte por última vez, y depositar en tus labios un ácido de recuerdos que te consuma y te recuerde que una vez fui tuya. Ojalá... Así lo único que sería eterno en esa relación, sería la felicidad de saber que te he jodido.
P.D.: Se me despistó despedirme.
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